La técnica de la caja de arena (sandplay) se utiliza en psicoterapia, especialmente con niños, aunque su aplicación resulta eficaz también en adolescentes y personas adultas. Fue desarrollada por Dora Kalf, está basada en los principios de la psicología analítica de Jung y aplica también conceptos de la psiquiatra Margaret Lowenfeld.
En este espacio terapéutico de juego se necesita una caja de unas determinadas dimensiones que permita al niño disponer de un espacio suficiente en el que crear sus escenas, además de arena que cubra la caja y una serie de figuras o miniaturas de categorías variadas (personas, animales, objetos, plantas, personajes de ficción…etc).
El proceso de tocar la arena, nos conduce a lo sensorial, lo tangible y nos conecta con las primeras experiencias como individuos, con todo lo que tiene que ver con los primeros cuidados. La arena proporciona ese espacio que posibilita entrar en contacto con esas experiencias y transformarlas. Una vez se ha conectado con esas sensaciones, el niño o niña (o el adulto) se dispone a elegir aquellas figuras que llamen su atención para crear con ellas escenas de su mundo interno.
Esta técnica activa la fantasía y a través de un lenguaje simbólico, cuando el paciente siente que una determinada escena o imagen creada es apropiada, surge espontáneamente un diálogo con su mundo interno, y puede acceder desde la metáfora a lo más profundo. Unas veces ese mundo es estático, y otras, la escena creada va siendo modificada por el niño/a según se va desenvolviendo la acción.
Esta herramienta permite al niño la expresión de contenidos emocionales, a través del juego en un espacio libre pero protegido, en el que el papel del terapeuta es acompañar y facilitar la creación, validando el trabajo y solo interviene en el juego si el niño o niña lo demanda, sin interpretar. El niño no necesita la palabra, por eso, resulta tan eficaz su aplicación con niños que presentan dificultades en la comunicación o que han sufrido algún tipo de trauma. La caja de arena ofrece un lenguaje no verbal cargado de símbolos universales, por eso resulta más fácil y accesible para el paciente. Facilita, de manera no invasiva, la expresión e integración de determinadas experiencias que de otra manera son difíciles de contar.
Cristina Hernández Riesgo. Psicóloga y Arteterapeuta